“inmortalidad biológica”

¿Podrá permitir la utilización de la telomerasa una prolongación indefinida de la existencia en óptimas condiciones?

Hemos hablado ya de los condicionantes naturales y adquiridos (forzada o voluntariamente: glicación, longitud de los telómeros, diversos contaminantes, estrés…) que limitan la duración fértil de la vida (no estamos interesados en otra clase de existencia; esta debe ser activa y creativa, gratificante para uno mismo, útil y solidaria para los demás; se trata de acercarnos lo más posible al ideal grecolatino –práctico y valioso- de mente sana en cuerpo sano). Nos hemos referido también  a la manera de modificarlos favorablemente.

Hoy recordamos a un equipo de investigadores españoles del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, de Madrid, dirigidos por la doctora María Blasco, que en el año 2007, han comprobado todavía de manera más fehaciente el papel de la telomerasa en la prolongación de la existencia. Se trata de una enzima natural que mantiene las cápsulas protectoras de los extremos de los cromosomas. Los científicos comprobaron que los ratones tratados genéticamente para producir más telomerasa e incrementar al tiempo la presencia de genes antitumorales que les protegieran del cáncer, vivieron un 50% más que los roedores comunes. ¿Es esta técnica aplicable a los seres humanos?, ¿podrá luchar contra las células iniciadoras del cáncer y su implacable difusión?, ¿logrará que las células madres permitan ralentizar el proceso de envejecimiento alargando los telómeros sin trastocar la capacidad de esas células para regenerar los tejidos. Se supone que los tumores son un producto de una población especial de células con propiedades similares a las células madre. Se presume que también serían capaces de mantener la longitud y propiedad de los telómeros y activar la liberación natural de telomerasa.

Pero el asunto de las células madre (tan de moda ahora debido a sus propiedades teóricas para la medicina regenerativa y la inmunoterapia) es demasiado largo y complejo para explicarlo aquí; además, todavía no ha proporcionado resultados seguros y definitivos aunque sí esperanzadores. Dicen que su confirmación positiva la podremos ver en una década.

¿PUEDE SER EL CONTROL DEL CÁNCER UNA DE LAS SOLUCIONES PARA AUMENTAR LA DURACIÓN Y LA CALIDAD DE LA EXISTENCIA?

Ya sabemos que el cáncer mata aproximadamente a la tercera parte de los seres humanos, y aunque las posibilidades de supervivencia de los enfermos a quien se descubre este malestar han aumentado de manera exponencial, continúa siendo, junto con las enfermedades cardiovasculares, la mayor causa de muerte. Por desgracia, las células cancerosas siguen el mismo ciclo que las, en teoría, inmortales: se dividen una y otra vez; lo que sucede es que, en este caso, su límite supone el fin de la persona afectada. ¿Es, entonces, la telomerasa un arma de doble filo cuya utilización añade un  peligro extremo en manos de aprendices de brujo, no de científicos verdaderos? Porque se ha comprobado que esta enzima participa tanto en la prevención del envejecimiento como en la proliferación del cáncer y, sin embargo, también parece evitar su actividad como promotora de esta enfermedad y, al tiempo, continuar ofreciendo recursos contra el envejecimiento. Podemos creer en ello sin pecar de fanáticos de la fe. Los nuevos activadores de la telomerasa alargan los telómeros cortos de ratones viejos, ya desgastados por las propias divisiones, sin incrementar la incidencia del cáncer. (Lancet, 2007; 369: 2097-2015).

Pero, al margen de toda especulación sobre presuntas interacciones positivas entre una telomerasa anticancerígena y extensora de la vida promedio hasta límites insospechados, la ciencia nos dice que, sin la presencia de esa enzima, si una célula se divide repetidas veces, en alguna de esas particiones alcanza lo que se llama LÍMITE DE HAYFLICK (Sabio americano creador del primer microscopio invertido y autor del libro “Cómo y por qué envejecemos”, crítico, sin embargo, de la posibilidad y el deseo de extender la duración de la existencia, contrario a otros gurúes de la prolongación indefinida de la vida, cual Ray Kurzweil o Terry Grossman), o punto en que ya dejan de producirse reduplicaciones y acaece la muerte. Sin embargo, hay investigadores que aseguran que la presencia de la telomerasa, añadida artificialmente o fabricada por el cuerpo de acuerdo a una especie de enseñanza biológica, facilitaría que cada célula pudiera  reemplazar las partes perdidas de ADN que acortan los telómeros y dividirse indefinidamente, prolongando la existencia en condiciones óptimas hasta un nuevo límite que nada tendría ya que ver con el de Hayflick.

¿INMORTALIDAD BIOLÓGICA O TECNOLÓGICA?

Cada vez  resulta menos asunto de ciencia ficción, va teniendo más de conocimiento que de novela. Se ha comprobado que algunas especies acuáticas, bacterianas e incluso vegetales poseen el potencial de ser prácticamente inmortales, aunque sujetas a accidentes y enfermedades. Hablaremos de algunas en otros artículos. Es biología, no se trata de ensueños.

Asimismo, la tecnología podrá permitir que instrumentos como los nanorobots (máquinas curativas de tamaño de milésimas de milímetro que se introducen por el organismo para identificar enfermedades, virus y bacterias negativas, y destruirlos) consigan crear repuestos biológicos o sintéticos de partes corporales enfermas o a punto de morir.

Otro sistema, ya existente, es la criónica, o preservación indefinida de cadáveres a muy bajas temperaturas, para resucitarlos en el momento en que la ciencia haya avanzado lo suficiente para curar sus enfermedades o recomponerlos luego de haber sufrido un accidente mortal. Aunque resulte difícil de creer, lleva en el mercado –es un  producto que se vende; hay varias empresas implicadas- algo más de medio siglo, exactamente desde 1967.

Quedan, también, los fascinantes sistemas, objeto de muchas novelas de ciencia ficción, en que la mente de un individuo con todos sus recuerdos, sus sentimientos, sus emociones, sus dudas y sus miedos, sus preferencias, se carga en un ordenador o se introduce en un cuerpo nuevo, referida la técnica a un tiempo en que la cibernética haya avanzado lo suficiente para acercarnos a esa realidad que a muchos apetecería como último recurso.

Asimismo, ya nos han descrito las novelas y algunos artículos científicos el prototipo del ciborg, nueva naturaleza en que la mente humana se implanta en una especie de robot de aspecto completo de persona –podrán serlo, de imagen casi indistinguible, de aquí a la mitad del presente siglo, al igual que lo harán las denominadas “muñecas mecánicas”, tan distintas hoy a la de aquella película del cineasta español Berlanga, en que la mujer hinchable, adorada por el actor francés Michael Piccoli, todavía parece un globo de trapo.

Vamos a continuar hablando del tema, ampliaremos los bosquejos que acabamos de pergeñar, divulgaremos esos asuntos de la prolongación activa de la existencia que interesan a todos y la ciencia empieza a considerar posibles, los saca del territorio de los cuadros de imágenes mentales.